sábado, 17 de julio de 2010

Una sorpresa en el subte

Baja atormentado a las vías del subte línea D. Pasa del frío invernal al calor humano. El mediodía se asoma y él busca, como puede, subirse a un vagon que aún no está completo pero de a poco se acerca a eso. Los pies de los pasajeros cada vez más apegados, los codos siempre chocandose y las miradas fuertes y odiosas. Escenas normales de un día atrajeadamente laboral. La estación Olleros se presenta aburrida, las teles encendidas con spots publicitarios y entre ellos el jefe de Gobierno Porteño Mauricio Macri muestra algo de lo poco que ha hecho hasta ahora por la Ciudad. Entre miradas, suspiros, libros, revistas, diarios, auriculares y sueños aparece un personaje particular. Diferente al resto de la gente, su cuerpo no siente el día más frío del año porque se muestra con una musculosa y un pequeño chaleco rojo. En sus brazos se observan los tatuajes que podrían descifrar su historia de vida, sus intereses o placeres. Un pantalón negro acompañado de unas cadenas cayendo del costado derecho de su pantalón lo hacen parecerse mucho a un rockero de esos de antes, con mucho estilo y personalidad. Su vestimentea y su imagen se asemejan mucho al músico estadounidense Kid Rock. Si uno se lo cruza con la calle se lo imaginará yendo a un ensayo con su banda o en busca de nuevos horizontes musicales. Nade es lo que parece. Sin embargo, desde el arranque da una pista para dudar: el buen feeling con la gente lo situa en la posibilidad de un líder músical. Se acaba la espera. Saca sus cartas, se presenta como Alexis, alguien que dice ser mago, dice hacer magia.
Hace participar al público pero preocupandose en quien es ese público, los interroga preguntando su nombre. Una manera diferente de atraerlos y de hacerlos sentir parte del show. Adivina la carta que había elegido una de las pasajeras. Sorprende a todos con su alegría, su buen humor, contagia y presdispone. "¿Conocen a los Beatles?", larga después de uno de sus actos. Ante la respuesta afirmativa de un tibio púlico quizás dormido, cansado o agoviado, pide que los recuerden. Se para firme al igual que cuando se hace un minuto de silencio en un partido de fútbol o cuando ingresa la bandera argentina en los actos escolares. "¿Que buen tema ese no?", dice como si todos estuvieran escuchando en sus cabezas alguna que otra canción de los cuatro fantásticos de Liverpool. Continúa con su magia, hace aparecer y desaparecer objetos. No siempre gira por los subtes sino que su mayor fuerte está en las calles, se centra en la peatonal Florida. Culmina el show y el aplauso de los pasajeros algo tibio pero sentido es inminente y espontáneo. No fuerza las monedas ni los billetes del público, no utiliza su arte sólo dice que vive de ello, que lo hace porque lo disfruta. No pasa la gorra porque ella también padeció la inseguridad de la Ciudad, lo hace con su mochila. Invita a su nuevo público a acompañarlo próximamente en un teatro, dejando de lado por un rato la magia urbana. No puede controlar su pasión por esta profesión y antes de irse despliega otro acto. Baja en Palermo. Seguirá con lo suyo, alegrando pasajeros, mostrando su arte, su sabiduría y su magia.

Imagen: Facebook de Alexis Kokocinski

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